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Sidnye
01 Dec
01Dec


Refuerzo intermitente narcisista: cómo te engancha y cómo romper el ciclo


En mis sesiones, este es uno de los patrones que más aparece, aunque muchas personas no sepan ponerle nombre.

Se trata de una dinámica donde se combinan picos muy altos de euforia con picos muy altos de dolor. La mente, incapaz de procesar esta montaña rusa de manera coherente, termina interpretando que los pequeños momentos de intensidad emocional —las “recompensas variables”— valen más que todo el sufrimiento que los rodea.

Estas recompensas suelen ser dosis breves de atención, validación o afecto que al principio eran constantes, pero que ahora aparecen cada vez de forma más escasa e impredecible. Sin embargo, la persona queda atrapada esperando la siguiente dosis emocional, aunque le genere ansiedad, incertidumbre e incluso miedo a perder ese vínculo.


Este mecanismo está relacionado con lo que conocemos como adicción emocional:

un estado en el que la ausencia de la otra persona produce síntomas similares a un síndrome de abstinencia. Surgen el vacío, la angustia, la desesperación por volver a sentir esa chispa inicial y, en algunos casos, impulsos de regresar incluso cuando la relación ya está causando daño evidente.

Desde fuera puede parecer contradictorio: esperanza y dolor, acercamientos y huidas, ilusiones y decepciones. Pero estos vaivenes no son falta de claridad; son el resultado directo del refuerzo intermitente.


Es importante aclarar que este patrón no siempre se genera por manipulación consciente, ni es exclusivo de personas con rasgos narcisistas. A veces surge simplemente por la falta de interés genuino, la indecisión o la inconsistencia emocional de la otra parte. Cuando a eso se suma la ausencia de límites, la dependencia puede instaurarse sin que nadie lo haya planeado.


¿Cómo revertir el refuerzo intermitente?


Salir de esta dinámica es posible, pero requiere una confrontación muy honesta con uno mismo.


El proceso empieza por:


1. Enfrentar el autoengaño

Aceptar la verdad duele, pero siempre es más coherente que la fantasía que construimos para sostener la relación. La realidad —aunque incómoda— libera.


2. Sentir el dolor para que deje de controlar

La evitación prolonga el sufrimiento. El contacto consciente con la verdad acelera la desvinculación.


3. Recuperar el amor propio

Cuando tu valor se vuelve interno y no depende de migajas emocionales, el ciclo deja de tener sentido.


4. Establecer límites claros

Los límites no se ponen para controlar al otro, sino para protegerte a ti.

Son anclas emocionales que estabilizan el proceso de salida.


5. Romper la interpretación emocional distorsionada

Es decir, desmontar la idealización, dejar de justificar el daño y observar lo que la otra persona realmente aporta… y lo que no aporta.


Este es el trabajo que realizo en mis consultas: guiar a la persona a acelerar el proceso de desvinculación, recuperar claridad y ver al otro sin pedestales, sin fantasías y sin narrativas compensatorias.

Solo así se puede recuperar la propia vida y volver a relaciones más sanas.


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